Sabía que la solución la tenía en casa, pero no me acordaba dónde estaba. Había jugado con un libro cuando era pequeño, y ese libro era la clave de todo. Después de horas de búsqueda y de pasarme de borde con mi abuela (¡lo siento abuela!), lo encontré. Encontré el libro. La revelación. Disfrutad de su portada. Mañana disfrutaréis de su interior.

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