Volviendo a la gran pregunta de “¿por qué miro ahora esos ocho minutos no emitidos en España?“. Tengo algunas excusas, empezando por el trabajo y la costosa tarea de levantarse a las 6 de la mañana. Cuando es hora de actualizar el blog, las fuerzas son mínimas. Pero ahí estamos, actualizando cada día.
Pues hoy he dicho: ¿“Actualizar” o “Ver los minutos que no viste de Lost”? Y he optado por “Ver los minutos que no vi de Lost”. Pero al terminarlos he pensado que tenía que dedicarle un día sin Lost a Richard Alpert.
Todos tenemos en la cabeza “Ab Aeterno”, donde se nos mostraba el pasado de Alpert. Al ver que Ricardo era de Canarias, algunos dijeron: “¿Cómooooor?”. Pero aquel episodio fue de los grandes de Lost. Porque vimos a un Richard (le llamaré así que me gusta más. Sí, ¿qué pasa?, fui uno de los que dijo “¿Cómooooor?”) atormentado, triste. Decaído. Era un esclavo y por si no fuese más sufrimiento, no tenía a nadie en la vida. Jacob le ofreció su mano derecha y Richard la tomó, pero continuaba estando triste. Y no es para menos. Tropecientos años corriendo arriba y abajo, haciendo el “Tarzán”, el “Rambo” y el “George de la Jungla”, no dan para mucha felicidad. Todo el día yendo tras la gente. Todo el día haciendo las tareas sucias de Jacob. Siempre a su sombra. Pero Richard no le tenía rencor, ya que era como un padre para él. No era feliz.
De todos los segundos que Cuatro nos robó, destaco el momento en que Miles le arranca una cana a Richard. Cualquiera de nosotros, al vernos una cana, pensamos que ya se acaba, que ya vamos hacia el pozo. Nos hacemos grandes y aún no hemos hecho nada. La cara de felicidad de Richard, al ver la cana que le ha arrancado Miles es todo lo contrarío a este pensamiento pesimista y derrotista provocado por la primera cana. Ahí, Richard vuelve a ser Ricardo, el hombre que vivía feliz con su mujer. Un hombre con ganas de vivir. Un hombre feliz.

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