lunes, 31 de mayo de 2010

Día 7: "Esto es Lost"

Un día como hoy, hace 7 días, buscábamos en Internet respuestas, sensaciones, teorías, explicaciones sobre lo que acabábamos de dejar atrás. Sé había acabado Lost y todos andábamos zombies. Zombies por haber dormido poco (o nada) pero zombies en tanto que seres sin rumbo. Sabíamos lo que había pasado pero no lo digeríamos. Y es que fue un final que no dejó a nadie indiferente.

Cuse y Lindelof habían arriesgado, optando por un final transgresor y controvertido. Un final de dos colores, sólo dos colores. Jugando con uno de los muchos “running gag” de la serie, el final fue o blanco o negro.
En cada foro de Internet, en cada página, los defensores del “blanco” luchaban a muerte con los defensores del “negro”. Unos decían A. Otros B. Pero nadie, nadie que haya seguido el fenómeno Lost, y hubiese visto el final, decía C.

Delante del ordenador, triste y cabizbajo, leía multitud de teorías en forma de bronca. Yo soy de los que defienden que el final fue un gran final, no sólo de episodio o temporada. Fue un gran final de serie. Cerrando un círculo, cerrando unos personajes. Porque, al final, de eso trataba la serie. De cómo se relacionan unos personajes, “perdidos”, en una isla misteriosa. ¿Habéis visto Misión Imposible 3 (dirigida por Abrams, por cierto)? En la película se pasan todo el rato hablando de “la pata de conejo”. Y, ¿sabéis qué? No se responde al 100% lo que es “la pata de conejo”. No viene nadie y dice: “la pata de conejo es X”. Pero no es lo más importante de la película.

Volviendo a Lost, sí que era importante la Isla, sí que nos dejaron con la miel en los labios. No vino nadie a decir: “la Isla es X”. Pero me pregunto: ¿no es más importante Jack, por ejemplo, que la Isla? O mejor dicho: ¿no es más importante la evolución del personaje de Jack, que los misterios de la Isla? Son un par de preguntas difíciles de responder y que abren nuevos debates y teorías. Pero señores, que es sino Lost, que una teoría detrás de otra, debates de sobremesa, una interpretación por cada espectador de la serie. Cada interpretación de cada amigo, familiar o conocido se complementa con la mía y a la vez con otras interpretaciones de otras personas, que a su vez se complementan con otras interpretaciones, y así creando una cadena infinita.

Y con este pensamiento rondando por mi cerebro apagué el ordenador. Porque sabía que Lost nunca moriría. Porque nunca existiría una sola interpretación, irrefutable, que cerrara toda y cada una de las teorías que construyen la serie. Con mi interpretación me fui a almorzar pensando: “Esto es Lost”.

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